alfil


Tenía entendido que el alfil representaba a un obispo. En inglés, de hecho, se dice "Bishop" y del libro ilustrado sobre la historia del ajedrez que leí en mi infancia recuerdo imágenes episcopales. No sé por qué tenía tan poca dificultad en imaginarme al "religioso" que cumplía funciones militares, usando sus ardides como tácticas de guerra. Lo que no me cuadraba muy bien era el asunto de las largas distancias que podía recorrer, pues los católicos de profesión suelen ser sedentarios y burócratas. 

Ayer tuve una charla aparentemente banal con el profesor Carlos Duffo sobre el ajedrez. Empecé contándole que me estaba enfrentando a un "Hacker". Él agregó que "El Hacker le hizo jaque". "Sí -respondí yo-, pero yo puse el caballo en la línea de fuego y luego enroqué". Luego de eso divagamos un poco: "el objetivo del ajedrez debería ser comerse a la reina", "pero la reina negra se come a la reina blanca, y luego el peón blanco se come a la negra, todo sin que el rey se dé cuenta", "en Colombia no hay caballos, hay mulas",  "no hay peones, hay rusos" y así...

Pero después, inesperadamente, en esta charla absurda se me presentó una revelación. Duffo preguntó si yo sabía qué representaba el alfil. Yo aseguré que representaba un sacerdote. Y él dijo "no, representa un elefante".

Mi animal preferido es el elefante. Ese animal representa para mí la religión y la sabiduría. La figura religiosa del ajedrez  no es un obispo, frívolo defensor de prejuicios, sino un elefante, cuya huella cubre la huella de cualquier otro animal. El elefante, recorre largas distancias y es dueño de un ataque punzante en el que usa sus poderosos colmillos. Colmillos de marfil. Marfil de alfil, no alfil de marfil. 

Efectivamente "al-fil"  es un antiguo vocablo persa (الفيل) para designar al elefante, y "mal-ar-fil" hace referencia a sus huesos. Dice la omnisapiente que "para las cortes medievales cristianas, la figura de los elefantes era muy exótica, por lo que la reemplazaron por un obispo, que en esos tiempos, al frente de un ejercito, iba frecuentemente a la guerra". 

Ea pues: el alfil no es un viejo calvo, malgeniado, prejuicioso y decrépito. Es un hermoso, sabio y vigoroso elefante. Por eso es que me cuesta tanto sacrificarlos. Por eso prefiero perder un caballo...

3 comentarios:

Nelson Castillo dijo...

Buen descubrimiento :-) El alfil me gustaba cuando jugaba Ajedrez.

Mps Landino dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mps Landino dijo...
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